martes, 8 de febrero de 2011

MOSCAS VOLADORAS

Por Leomas

Las moscas eran originarias de un lugar gobernado por ratas apestosas, con carranchil madrugador. Los ministros gobernantes de especies y familias diversas, entre comejenes, pulgas, niguas, garrapatas, chinches, piojos, gusanos, cafres, alacranes, escorpiones y víboras. Los decretos presidenciales para desintegrarlas y desaparecerlas, hicieron fumigar con tóxicos y ácidos, cada uno de los cambuches, espacios y potreros, donde vivían con huevos y crías. Ningún químico pudo con ellas para matarlas. Su naturaleza las hizo inmunes a las otras maldades y perversiones, que de sus congéneres habían heredado. Ni siquiera tenían modales para escupir sus propias diarreas y vómitos. Ellas transportaban en sus patas ciertas defensas, que repelían cualquier ataque con pequeñas alas y cilios blindados como locomotoras de magos y brujos.


Se las ingeniaron para sobrevivir usando alcantarillas, cuevas, huecos de grandes raíces, tumbas desocupadas y fosas comunes, escondidas aun en batallones de perros y lobos voraces. Algunas de ellas con sus cascarones y familias, se camuflaron con disfraces hechos por murciélagos europeos, para vivir incógnitas debajo de alas de indefensas aves, que las transportaban muy cerca a las oficinas de funcionarios, mercaderes, mercenarios y otros cruzados ratones comerciantes de harinas procesadas en la selva de los zorros, zorrillos, leones, tigres, hipopótamos, elefantes y panteras. Lograron contagiar de picardías novelescas a inocentes animalitos de la montaña plana encantada.


Muchas veces las sabandijas se metieron en tazas y vasos, de diplomáticos gorilas, cuando estos calmaban la sed o el hambre, con jugos de frutas que usurpaban a hormigas, que eran las únicas que trabajaban labores del campo y en plantaciones de hortalizas, legumbres y granos. Varios de sus hijos resultaron con diplomas que falsificaban en las calles de azules y rojos abejorros, y que exhibían con cinismo y prepotencia en los consultorios que sus antepasados habían construido para aparecer como doctores y científicos de altas alcurnias inventadas. Las mosquitas y mosquitos descendientes, eran feos y grotescos animalitos, expertos en negocios ilícitos y astutos para redactar leyes y reglas, que sometían a otros seres galácticos, con artimañas ventajosas. Algunos de sus parientes, habían ido al exterior de sus propias fronteras, para aprender otras mañas y costumbres, que se hicieron comunes en pueblos y caseríos del extenso y complicado territorio.


La doctoritis fue causa de escándalo, al comprobar que en las entrevistas, ninguna de las enmascaradas respondía los interrogantes. Afirmaban simplemente que se les había olvidado hasta la dirección del inmueble en donde ellas se habían especializado. Los jueces eran cucarachos mezclados y clonados con sangre de blancos abejorros, y de gusanos monos voladores. Las más listas se habían hecho escoltar por peligrosos grillos armados, que habían sido entrenados por extranjeros transportados en cajas de madera desde el norte y oriente. El gobierno lanzó un nuevo panfleto para desintegrar a las moscas definitivamente y dio órdenes por debajo de la mesa, para masacrar a gansos y patos, que eran defensores de la vida de todas las especies vivientes aun de las malvadas y dañinas sanguijuelas.


El ministro de gobierno planeó matar también a las avispas que eran criaturas inteligentes y castas. Estas pensaban a favor de la región entre sur y norte. Las mas intrépidas de las avispas, murieron lentamente con ráfagas de pistolas, revólveres, fusiles y ametralladoras, disparadas en las mismas edificaciones en donde ellas procesaban un especial alimento, que servía para mantener con comida fresca, al 90% de la población animal y que en forma abusiva, se exportaba a otros países pero nunca conocieron a donde iban a parar dinero y ganancias.


Los gobernantes se aliaron con zánganos y sancudos venenosos, para asesinar a toros, mulas y gatos. Estos eran espías de los mismos animales armados provenientes de naciones que fabricaban bombas y artefactos dañinos y peligrosos para el vuelo. Las avispas se alborotaron en su ingenio, y enviaron sendas cartas a los gobiernos vecinos buscando protección para ellas y sus familias. Las moscas tenían zapos con alas postizas como espías, para saber el quehacer de otros y otras. Una mañana de abril se enteraron de los audaces planes de esas que realmente volaban.


Moscas, patos, gansos, caballos, hormigas, cucarachas, zapos, gallinas y avispas, se confundieron cuando se dio entrada a los lugares de refugio con sendos documentos y nuevas cedulas identificadas. Las malandras moscas, fueron astutas y volaron debajo de las alas de palomas, turpiales, gavilanes, gaviotas, águilas y hasta dentro de plumas de golondrinas y otros pájaros que inocentemente las llevaron sin contratiempo. Algunas lograron falsificar sus pasaportes, haciéndose pasar por lideres comunitarios o ciudadanos animalescos honestos, que fueron pisoteados en sus derechos.


Las moscas inflaron sus buches y lograron pasar con tranquilidad varias de las fronteras vecinas, con sus cajas y ollas, y otras alcabalas de países amigos y solidarios con las avispas, patos y gansos. Allá en los potreros de otros territorios, pusieron sus huevos y se multiplicaron tanto, que los lagartos que gobernaban otras naciones, se vieron obligados a cerrar sus fronteras y construyeron rejas amuralladas. Varias de las hembras se aparearon con famosos abejorros, blancos, negros y amarillos. Nacieron nuevas especies de moscas y su naturaleza se hizo más peligrosa que sus ancestros en los nuevos territorios extranjeros.


Una aguja falsa de oro, confeccionó nuevos trajes a mezclados y clonados. Estos recibieron clases de glamur y etiqueta, bajo las orientaciones de escuálidos marinos, que nadaban raros, y se nutrían con sobrantes de peces espada. Las moscas refugiadas se inventaron historias de familias e hicieron creer, que ellas eran profesionales de alta envergadura y que debían tener trato igual al que recibían los diplomáticos chimpancés que habían sobresalido en oratoria, teatro y canto.


Cambiaron su abolengo y oscura estirpe, con cuentos de reyes, emperatrices, príncipes y personajes sobresalientes de la selva alcalinizada que nunca existieron. Algunas hasta se atrevieron a decir que eran hijas, de duendes y que tenían poder para hacerse invisibles y viajar a otras dimensiones con un sexto sentido para la tele génesis. Otras daban recetas y pócimas para el amor o fórmulas para la eterna juventud, que aun hoy en día no lo han logrado experimentar, los castos curíes que son los más estudiosos del sexo, entre todas las especies de la loca jungla.


Una tarde mientras las moscas ponían sus huevos en las cuevas improvisadas de las nuevas ciudades, explotó un tanque que almacenada un raro combustible gasóleo y que rápidamente se extendió por todos los puntos cardinales del continente alargado. Los primeros en morir fueron los moscos machos que estaban sobre los tejados de finas enredaderas y que se hicieron vistosos sobre elegantes orquídeas lisonjeras. Luego el gas apestoso, avivó la fuerza del mar y del viento, y aparecieron inundaciones y huracanes que barrieron las cuevas, y los hoyos en donde dormían esas que nunca habían trabajado, con sus formulas e incubadoras necias.


El mar sacó a la superficie los huevos con las madres moscas muertas. Los buitres almorzaron como nunca, con un manjar que esos creyeron exquisito. Aquello que no pudo los tóxicos, lo terminaron los cuervos más jóvenes como alimento para su futuro. El espectáculo era semejante a danza de prostíbulo barato de los gallos. El gas siguió su recorrido por el aire de sur a norte y poco a poco fue exterminando a todas las moscas aun a las cruzadas con abejorros blancos. Las pobres moscas morían sin derecho a un funeral común porque los chulos también estaban en aumento.


La tragedia fue mayor al cruzar el tóxico por encima de un terminal nuclear de lombrices muertas. Las dos fuentes se mezclaron y el terror se apoderó de oriente y occidente. Las moscas empezaron a morir en sus otras cuevas al otro lado del mar del conflicto amoroso de los abejorros grises. Nadie se daba cuenta del episodio porque los gobernantes con sus grillos armados, y anófeles voladores armados, trataban de frenar la macabra odisea de la muerte y desintegración hasta de cultivos lícitos.


Las aguas de los ríos y mares empezaron a ver cuerpos inertes de otros animales y gobernantes sobre su superficie. El aroma nauseabundo que deja la descomposición natural, hizo tétrica cada mañana con su tarde. Las noches se convirtieron en apestosas con sus aromas putrefactos sin rosas ni claveles. Los ríos se desbordaron, aumentando la desolación en los plantíos y barrios amurallados de los murciélagos.

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